martes, 4 de noviembre de 2008




¿Será esta soledad
la que inunda mis huecos,
la que sabe en verdad mis desamparos,
la que sale a buscarme cada día
por si acaso me olvido de llamarla?



Ella conoce todos mis rincones:
dónde guardo mis miedos más atávicos,
dónde olvido el decoro y la vergüenza,
dónde lloro mis lágrimas gastadas,
dónde escondo fracasos y miserias...


La soledad se viste cada día
con los trajes que no quiero ponerme,
y me invita después a su morada
porque sabe que, nunca,
he faltado a una cita.


La soledad conoce mis orillas,
la rotunda certeza
de mi palabra dada,
el mar oscuro donde bogo hondo
y la fragilidad de mis fronteras.


La soledad comprende mis flaquezas...
Se disfraza de tarde placentera
y se sienta a mi lado.
Acaricia mi pelo,
se acurruca en mi hombro,
y me deja llorar.

Luego me deja sola,
me abandona también ,
para que un día,
al volver de mi abismo,
sepa reconocerme, y me disponga
a recobrar de nuevo lo perdido.

10 comentarios:

Maria Luisa dijo...

¡ PRECIOSA !
Una delicia leerte, sentirte.
Me he apropiado de unos trocitos de tu poesía.
"La soledad comprende mis flaquezas...
Y me deja llorar.

Gracias por compartir poesías tan sentidas.

Un beso, o miles.

Marisa Peña dijo...

Pues me hace muy feliz que te lleves mis versos prendidos de tu solapa, querida Maria Luisa. Compartir es lo único que le da sentido a nuestras vidas, cuando nos gusta dar y recibir. Mil abrazos también para ti.

Marta Fernández Olivera dijo...

La soledad...hada madrina de espejos del alma?, nos enseña lo que no queremos ver para hacernos entender, la soledad es la sombra que nos acompaña. La soledad somos nosotros cuando abandonamos lo que creemos que somos, llega ella y nos recuerda quien somos realmente.
Un beso Claudia!

Marisa Peña dijo...

Me gusta tu reflexión y tus bellas palabras. Me gusta lo que te sugieren mis versos. Gracias por estar ahí. Un abrazo.

carmen jiménez dijo...

Nunca fui amiga de la soledad, hasta que la conocí. Nunca pensé que pudiera haber alguien ahí que me reconfortara. Que incluso llegara a comprenderme. Y tan recogida me sentía entre sus brazos que se convirtió casi en una adicción ir a visitarla cada vez que tenía un rato libre. Me olvidé de mis otros amigos, los que me conocen de otra forma, los que me consuelan de otra forma. Ninguno de ellos me servirá hasta que esta soledad no me abandone. Aún así la echaré de menos, porque he de decir que ha sido un placer conocerla cuando estuve sola.
Marisa, has de disculpar esta casi repetición de tu poema, pero me destripaba en cada verso ese espejo tan nítido de la soledad.
Realmente emotivo.

Unknown dijo...

La soledad, esa hermana a veces molesta que se pone a decir verdades...
¿Notaron que la soledad es siempre mujer?

Marisa Peña dijo...

Carmen, tu puedes hacer con mis poemas eso y más... Lectoras como tú son un lujo. Tu sensibilidad es maravillosa. Mil besos, amiga.

Marisa Peña dijo...

Santi tienes razón... Como la Muerte y la Vida... ¡Cómo somos las mujeres!
Un beso

Popi dijo...

Qué bella y necesaria es la soledad.
La última estrofa es... es.
Un beso, linda, y gracias.

Marisa Peña dijo...

Me alegra que te guste. Gracias a ti.

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